Mientras intento ordenar mi caótica habitación, mi garganta me advierte de que esta noche ha hecho frío y mi espalda de que tengo un penoso colchón. Llega Septiembre, y con ello comenzamos a despedir el calor, la playa, el tiempo libre, los planes esporádicos y el salir de fiesta un lunes, y un martes, y por qué no, empalmemos con un miércoles. Hola a las clases, a mis madrugones y a mis ganas de estudiar. No os he echado de menos, podéis seguir de vacaciones hasta nuevo aviso.
La rutina se apodera de nuestras pocas horas de sol planificándonos cada movimiento, y tras un verano sin horarios y pobre en cuanto al trabajo mental se refiere, difícil veo yo el adaptarme. No soporto el frío, el viento y menos la lluvia. Detesto las capas y capas de ropa, llevar un paraguas porque “nunca está de más” y tener solo calefacción en el salón. Eso sí, he de admitir que hay algo que odio realmente; la espera hasta poner el edredón en mi cama. Paradójico.
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