Bueno, pues aquí estamos, un año más celebrando la vejez de
mi querido padre. Esta vez toca soplar las velas de los 45, que ya empiezan a
pasar factura, aunque su mente se niegue a aceptarlo. La gracia del día de hoy
es, que mi madre y yo llevamos avisándole desde hace ya un tiempo para que tome
tantas pastillas como teclas puedan salirle el día de su cumpleaños. Y POR FIN hemos
conseguimos que no le duela nada, ya que tenía escuela de los últimos dos años,
(¿veis lo que os decía? Los años ya no pasan en balde).
El día de hoy ha transcurrido sin incidentes, aunque el
mantel de la comida nunca podrá decir eso si mi padre o mi tio Jero son los que
comen sobre él. Anoche a las 00:00, mi padre ya roncaba de lo lindo, y fue
entonces cuando mi madre y yo decidimos saltar encima de él y vengarnos por la
de veces que nos entran instintos asesinos por su culpa, (esto es amor familiar
y lo demás tonterías).
Este mediodía como no, tocaba comida familiar en casa de
la abuela. 10 ollas, 20 platos de entrantes, 30 kilos de arroz y 40 capas de
tarta de chocolate con galletas. Ah! Y un flan del tamaño de mi cabeza.
Es en
estas reuniones, cuando logramos juntarnos todos, cuando toca criticar alguno
de los que estamos allí sentados. Esta vez le ha tocado el turno a mi tío
Antonio por estar demasiado callado mientras los demás vociferábamos para ver
que historia se escuchaba más, y así él ir pescando más mejillones que nadie y
adueñarse de MI cacharro de ajo para comérselo junto al arroz.
Después de más de dos horas de no parar de tragar, éramos capaces de tumbarnos sobre
cualquier superficie horizontal con tal de conseguir digerir tal cantidad de
comida. De hecho yo me he planteado invitar a mis queridos vecinos de éste,
nuestro edificio de la ONU. No dirán que somos racistas, en esta, nuestra comunidad
(me siento como Juan Cuesta, aunque creedme, en esta comunidad si nos lo propusiéramos,
seríamos mucho peores que los de La que se avecina).
Bueno, volviendo a mi padre. ¿Qué más queréis que diga de
él? Quien tiene la suerte de conocerle, poco más se puede comentar de él. Puede
que esté más mayor, tenga más canas o un poquillo de menos pelo (tranquilo papá,
yo te donaré de mi melena), pero sigue siendo el mismo canalla que inventa
canciones, baila a lo tirolés, es de la banda de los pezones peludos y pertenece
al club de los padres con escopeta recortada.
He de reconocer que es una pieza
de museo y el alma de la fiesta allá donde vaya. Por Dios, si me llama “magdalenita”
,¿Qué más podéis esperar de él? Es único, y no lo cambiaría por nada aunque a
veces me ponga de los nervios.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS PAPÁ!
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